Moose, con una bala alojada en el pulmón, iba a ser sacrificada antes de que Mickey se enterara de su historia. Con solo una perrera adicional abierta, a Moose se le dio un día adicional, lo que finalmente llevó a su rescate. Mickey solicitó adoptar a Moose y la recogió en Virginia después de que la transportaran desde Texas.
Al llegar a su nuevo hogar, Moose estaba nerviosa, pero rápidamente se familiarizó con Mickey y su nuevo entorno. Sorprendentemente, Moose parecía haber tenido un dueño anterior, ya que estaba completamente entrenada para ir al baño y conocía la orden “déjalo”.
A pesar de haber sido etiquetado como un caso de “eutanasia conductual”, el único problema notado por Moose fue ladrarle a otro perro.
Desafortunadamente, la raza de alce enfrenta un estigma importante. Mickey recuerda haber salido a caminar con una amiga que tiene un pastor australiano, y la gente se detenía para tomar fotografías y acariciar al perro de su amiga mientras ignoraban a Moose. A pesar de su difícil primer año de vida, Moose está ansiosa por ser el mejor amigo de todos.
Mickey tiene a Moose desde hace casi un año y medio y su vínculo se ha fortalecido. Moose se ha vuelto más apegado a Mickey y está pegado a su lado, especialmente cuando mamá no se siente bien. La bala en el pulmón de Moose no se ha movido y no la molesta. Quitarlo causaría más daño, por lo que permanece en su lugar.
Mickey está agradecido de que Moose esté a salvo, pero le entristece la cantidad de perros maravillosos que son sacrificados cada año debido a la falta de espacio o problemas de comportamiento percibidos. La historia de Moose es un testimonio de la importancia de darles a los animales una segunda oportunidad y no juzgarlos por su raza o experiencias pasadas.