Al Santuario de Animales Dumaguete en Filipinas llegó un perro perdido. Su nombre eга Olivia y se encontraba en estado crítico. Los rescatistas la encontraron cerca de un arroyo y ya no podía ver debido al hambre después de dar a luz. El anterior propietario la había abandonado en ese momento, demostrando que no tenía piedad alguna. En ese momento la pequeña podría haber fallecido de gravedad, lejos del entorno urbano.
El hecho de haberla traído a una zona tan remota ya dice mucho de lo mucho que su dueño quería hacer las cosas en secreto, consciente de poner en peligro la seguridad de la “bola de pelo”. Esperaba no ser visto por nadie, aunque eso significara meter en problemas al pobre perro, al que le había dado la espalda, con un acto de inmensa crueldad, para ser totalmente condenado.
Incluso si ya no tuviera la oportunidad de satisfacer sus necesidades, habría habido otras soluciones mucho menos traumáticas, como confiar el fiel compañero de aventuras a un amigo o hablar del asunto con un refugio de animales. Y, en cambio, no tenía ningún interés en el destino de la “niña peluda”.
Por suerte, si el hombre es capaz de realizar acciones terribles, quedan huellas de bondad. Los voluntarios de las instalaciones llegaron rápidamente al lugar y la llevaron a un lugar seguro, donde pudieron alimentarla y asegurarse de que tuviera un buen refugio, lejos de los elementos. Los veterinarios examinaron al perro y encontraron gusanos del corazón. Delgada sin medida, Olivia había utilizado las últimas energías que le quedaban para dar a luz a sus pequeños.
Llevaría tiempo traerla de vuelta al mundo, pero bajo el cuidadoso cuidado de la instalación no se le negaría ningún objetivo. En definitiva, solo se trataba de transmitirle coraje y confianza en sí misma. La tenacidad y las ganas de vivir inherentes a la pequeña habrían permitido entonces que finalmente se la volviera a ver en buenas condiciones.