Éramos dos contra el mundo, ¿recuerdas? Compartimos hambre, frío, juegos y sueños. Corrimos bajo la lluvia como si fuéramos libres, aunque la ciudad nunca nos perteneció. Buscamos juntos un rincón donde descansar, un pedazo de pan que calmará nuestras tripas vacías, un poco de cariño que alguien olvidó regalarnos. Tú eras mi familia, la única certeza en este camino de asfalto y soledad.

Y ahora, mírate… tus ojos cerrados, tu respiración ausente, tu cuerpo inmóvil. Yo me acerco y apoyo mi pata en ti, como si pudiera sacudirte la vida de nuevo, como si mi deseo bastara para devolverte lo que perdiste. Pero no… todo está callado. El silencio es más fuerte que mis ladridos, más cruel que el hambre que tantas veces nos persiguió.
Me duele, hermano. El mundo sin ti pesa demasiado. El viento de esta calle se siente más frío, más afilado. El ruido de los coches ya no es solo un ruido: ahora es una amenaza, un enemigo invisible que me arrebató lo que más amaba. Tú me protegías con tu fuerza, me dabas calor en las noches heladas, me hacías sentir que no estaba sola. Y ahora, sin ti, todo se derrumba.

Recuerdo cuando corríamos entre la gente que apenas nos miraba. A veces alguien nos lanzaba un trozo de pan duro, y corríamos a compartirlo, felices como si fuera un banquete. Recuerdo cómo jugabas con mi cola, cómo me mordías suavemente para arrancarme una sonrisa perruna, cómo ladrabas al cielo cuando llovía, como si la tormenta fuera un juego. Éramos felices en nuestra pobreza, porque estábamos juntos.
¿Y ahora qué? ¿Qué hago con este vacío? ¿Qué hago con tu recuerdo que arde y me acompaña? Quiero creer, de verdad lo quiero, que solo duermes. Que en cualquier momento abrirás los ojos, moverás la cola y volveremos a correr por las calles. Quiero creerlo… porque si acepto la verdad, si acepto que te has ido para siempre, entonces me rompo en mil pedazos.

Hermano, ¿me oyes? No me dejes sola. No me dejes enfrentando al mundo sin ti. Yo no sé ser sin nosotros, yo no sé caminar sin tus pasos al lado. Prometo cuidar de nuestra memoria, ladrar tu nombre en cada rincón, correr con tu espíritu en cada calle. Y si existe un lugar más allá de este asfalto cruel, espérame allí. Cuando mi tiempo llegue, quiero encontrarte de nuevo, quiero volver a sentir tu calor, quiero que volvamos a ser dos contra el mundo.
Hasta entonces… descansa, amigo mío. Yo velaré por ti, aunque mis lágrimas se mezclen con la lluvia.