Osito era el perrito más sociable, dulce y mejor portado del mundo. Cualquier familia amorosa hubiera dado lo que fuera por conservar en casa a una mascota así.
¡Pero qué equivocada estaba la pobre mujer! No podía imaginar que tras su muerte, su familia la traicionaría del peor modo y trataría con tanta indolencia al indefenso perro, a pesar de estar enfermito.
Entre lágrimas y aullidos ahogados, Osito se acostumbró a llevar su luto por dentro, sufriendo lo indecible por no tener más a su dueña consigo.
Pronto entendió que ella jamás volvería y que a pesar de tener casa, estaba él y su alma solito en el mundo.
Osito comenzaba a sentirse derrotado y sus esperanzas por encontrar la atención que necesitaba y conseguir una vida mejor, comenzaban a esfumarse.
Era realmente triste que un perrito ejemplar estuviera destinado a morir enfermo y sin amor.
El pobrecito tuvo que permanecer varios días en la clínica mientras su cuerpo tan enfermito respondía a la medicación. Tuvieron que operarlo para extirparle el absceso, y luego lo esterilizaron.
Debido a que los gastos por todos los medicamentos y la cirugía del perrito sólo ascendían más y más, pidieron ayuda a la comunidad para cubrir los gastos.
Pero la súplica más importante de todas era conseguirle un hogar perfecto, acorde al enorme corazón de este lindo perrito. Gracias a tanta abnegación de sus héroes, Osito pronto estuvo listo para ser adoptado, y el milagro no tardó en llegar.
Así relató el propio Osito en las redes de la fundación, cómo su vida cambió para siempre junto a la familia Duarte, que felizmente lo adoptó:
«Una familia me adoptó y ahora vivo feliz en un rancho muy grande y tengo 3 hermanas perrunas con las que me la paso jugando»